Tres millones y medio de milagros


Que estamos en crisis nadie lo duda. Unos lo advirtieron antes de que existiera. Otros, les costó más, pero no tuvieron más remedio que reconocer lo que las colas del INEM hacían evidente. Tanto unos como otros, tienen su credibilidad en duda. Priman más los intereses de partido que los generales. Valoran más un puñado de votos, que el decir las cosas tal y como son. No pasa nada en reconocer que el rival hace las cosas bien. Tampoco pasa nada por admitir que se han confundido. Lo que no soporto es la omisión de la verdad.
Los políticos deberían de conocer que la gente no es tonta. Nuestros bolsillos no entienden de ideología. Nuestras mayores preocupaciones se centran en llegar a final de mes, en poder pagar las facturas y, si es posible, darnos algún caprichito. Sinceramente, me da igual los discursos que llevo escuchando desde hace varios meses. Me serían útiles si me aseguran que sus palabras se podrán argumentar ante las entidades financieras en el momento en el que la gente no pueda pagar sus deudas. Mucho me temo que no será así.
Quiero soluciones. Propuestas que sí den la oportunidad de vivir y no malvivir. Me produce rechazo los ataques partidistas que se lanzan unos a otros. Desde luego, que por ahí no vamos a ningún lado. No puede ser tan complicado llegar a un acuerdo sobre los temas básicos que nos afectan a todos. ¡Son políticos, se dedican a eso!. Que dején sus ideologías de lado y apliquen el sentido común. El mismo sentido al que tres millones y medio de personas recurren para llegar a fin de mes sin trabajo. Tres millones y medio de milagros que están perdiendo la fe. Con lo que cuesta recuperarla...

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