La braga roja de mi vecina

El “día a día” el es mejor guionista de anécdotas que conozco. Odia el color gris de la rutina. Siempre te sorprende cuando menos te lo esperas. Una fuente inagotable de ideas que no para de crear nuevas situaciones, algunas de ellas, sonrojantes para sus protagonistas.

braga roja

Cuando llego a mi casa después del trabajo no suele haber nadie. Aprovecho esa soledad para regalarme cinco minutos de relax sentado en mi sofá. Cinco minutos que me sirven para recargar pilas y organizar lo que llevo de día. Cinco minutos sagrados. Cinco minutos mágicos en los que desconecto por completo del mundo… y que se rompieron cuando sonó el timbre de mi casa.

Joder, quién será… si no espero a nadie”-  suspiré para mis adentros mientras tomaba la decisión hacerme el remolón y no abrir hasta que volvieran a llamar. Esa segunda llamada no tardó en repetirse, por lo que no tuve más remedio que ir a ver quién era. Eché un vistazo por la mirilla para ver si identificaba al personaje, pero ese minicatalejo está inventado por un tuerto, porque distorsiona las vistas y resulta imposible reconocer a nadie. En fin, que me tocó tirar de cuerdas vocales:

- ¿Sí?,  ¿quién es?
- Hola, soy la vecina de arriba. Disculpa, es que se me ha caído un jersey a tu tendedero y era para ver si me lo podías devolver.

Abrí la puerta. La regalé una sonrisilla de vecino rancio falso. Y le dije con el mejor de mis tonos que no pasaba nada, que a todos se nos caían cosas y que inmediatamente se lo devolvía.

Raudo y veloz, me fui a mi tendedero a por su jersey. Pero cuál fue mi sorpresa cuando tras mirar y remirar por todas partes descubrí que no había ningún jersey. No, no lo había. Sin embargo, sí que descubrí otra prenda caída en el suelo. Otra ropita de color rojo mate. Un humilde trozo de tela que se encontraba hecho un gurruño en una esquinita. Eran unas bragas. Y sin ser experto en lencería femenina, me atrevería a apostar que eran de las que se compran en packs de 3 en el Carrefour. Eran muy, pero que muy poco sexys, aunque por lo menos no eran bragas de color carne.

Pues nada, habrá que devolvérselas…” – pensé mientras aparcaba la vergüenza que me provocaba la situación. Las recogí utilizando en forma de pinza sólo dos dedos, el corazón y gordo.  Y no sé muy bien por qué, pero fui otra vez a la puerta ocultando las bragas rojas en mi espalda. Cuando llegué a mi vecina le di la sopresa:
- He estado buscando por todo el tendedero, pero no he visto ningún jersey. Lo único que había caído era esto.- Y le mostré lentamente la prenda que tenía oculta en mi espalda. El tono rojo que cogió su cara hacía juego con el color de las bragas.
- Pues sí, van a ser mías… –admitió resignada-  Caramba, y yo que creía que era mi jersey lo que se había caído.
- Nada mujer, no te preocupes. Y ya sabes, que no te dé apuro avisarme si se te vuelve a caer más ropa.

Tengo que admitir que en ningún momento sentí que fuera una táctica de la vecina para camelarme. Simplemente, fue el maldito “día a día” que me volvió a poner a prueba, esta vez con unas bragas rojas.


2 comentarios:

  1. Buenisimo!!! Vaya situación!! Si hubiese sido un tangazo de cincuenta euros habría que haber visto tu imaginación! Jajajajaja! Me encanta!

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