El primer día de footing

Hay mañanas que me levanto como un toro de fuerte. Me siento capaz de conquistar el mundo solo y sin ayuda. Mi mirada ruge. Y es entonces cuando decido que por fin ha llegado momento. Ahora sí que sí. Hoy es el día en el que mi vida va a dar un giro de 180 grados. Hoy es el día en el que voy a empezar a hacer footing. mi primer día de footing

Nadie me va a parar. No quiero que se me pase este buen feeling matinal. Por lo que raudo y veloz me visto con un pantalón corto y la primera camiseta que pillo y salgo de mi casa. Aquí surge la primera duda, porque.. cuándo empiezo a trotar. ¿Al salir del ascensor?¿Al salir del portal? ¿O al salir de la urbanización?
Como no quiero dar pelusa a los vecinos, decido arrancar al salir de la urbanización. Aún no se ha cerrado la puerta de salida cuando ya estoy en marcha. Llevo unos 10 metros.

La euforia inicial se transforma en un ritmo poderoso sólo al alcance de los keniatas, etíopes y de los locos como yo que no regulan esfuerzos. Espectaculares los primeros 200 metros. Noto que soy la envidia de las personas con las que me cruzo. Hasta me permito el lujo de adelantar a otro corredor.  Como si fuera un coche en una carretera comarcal de un solo carril, acelero al pasar por su lado para terminar la maniobra cuanto antes. Mientras saboreo el sabor del éxito también empiezo a saborear el sabor de la falta de oxígeno. El sonido de la respiración suena más fuerte que la música que voy escuchando. Llevo unos 500 metros.

Pero no voy a pensar en el cansancio. Pensamientos positivos. Voy a visualizar cosas agradables: piscina, vacaciones, un refresco bien fresquito… pero el esfuerzo está pirateando mis pensamientos y noto que la cosa no va bien. Llevo unos 1000 metros.

El croissant a la plancha que me he tomado para desayunar junto con un café con leche empieza a dar vueltas por mi estómago. Demasiadas vueltas. Noto que ya no soy capaz de adelantar a nadie. De hecho, diría que voy casi al mismo ritmo que los que han salido a comprar el periódico. Veo muy lejano el momento en el que salí de mi casa, pero al mirar el reloj compruebo sólo han pasado unos 10 minutos. Llevo unos 1500 metros.

Empiezo a arrepentirme de haber salido a hacer footing. Quién me mandaría hacer el tonto con casi 40 años. Entonces, se me viene a la mente mi tripa. Esa simpática lorza que surgió de la nada y que ahora forma una sólida cordillera en mi nada atlética figura. Pero compruebo que por fin me sirve de algo:  me ha ayudado a distraerme. Llevo 2000 metros.

Definitivamente, ya no puedo más.  Me rindo. Para ser el primer día no está del todo mal. Sin embargo, descubro que tengo que volver a mi casa y que no estoy tan cerca como me gustaría. En realidad, no estoy nada lejos. Pero cuando te falta el oxígeno pierdes el contacto con la realidad. Y yo estoy en esa fase. Ahora siento que entro en un túnel. Al final del mismo, hay una luz. Me dejo llevar hasta ella. Pienso en mi mujer, mi familia, los amigos, en el corredor al que adelanté hace unos minutos, en tantos momentos divertidos de los que he sido protagonista… Llevo 2990 metros.

… Y ahí está. La puerta de entrada a mi urbanización.  Ahora no tengo la más mínima duda de dónde voy a detenerme. Paro según la veo. Me cuesta acertar con la llave en las diferentes cerraduras que tengo que abrir. Pero he llegado. Sudoroso, llego a mi casa. Me siento. Y me pongo a escribir en el blog mientras mi mujer me mira con lástima. Mucha lástima.  Llevo 3000 metros.

PD- De verdad Papá, que tiene mérito hacerlo durante tantos años seguidos como llevas haciéndolo tú...

1 comentario:

  1. Me has hecho reír. Muy bueno. Todavía recuerdo esas carreritas alentados por tu padre en Barbate, recorriendo la playa. Tu padre tiene la constancia de Sisifo, siempre vuelve. Es un grande. Amigo, recuerdos desde "Constantinopla" jeje

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