El becario del running



Junto al gran Alberto Palacios, a la conclusión de la San Silvestre.

Hay artículos del blog que hay que crearlos sudando, con más de 120 pulsaciones y con la sensación de que te falta aire. Es decir, hay que escribirlos según llegas de hacer footing a casa. Porque la fatiga te obliga a ser sincero, a olvidar los recursos literarios que endulzan para bien o para mal el texto. Pues nada ahí voy. Preparado, listo, ya: 

 

Hace ya casi seis meses desde que un sábado me desperté y sin casi darme cuenta estaba en la calle, corriendo como un loco sin ningún tipo de planificación previa. A los cinco minutos, ya me estaba arrepintiendo de lo que pensaba que iba a ser otro intento kamikaze de ponerme en forma. Pero no. Para nada. Seis meses después sigo corriendo.

Ya he logrado hacer casi 15 kilómetros sin parar. He corrido la San Silvestre. Me vuelvo a sentir en forma física y psíquica. Y lo que es más importante. Estoy disfrutando a la vez que sufro con cada zancada. 

Aunque es complicado de explicar, salir a correr no es solo tirar hacia adelante para hacer kilómetros. Es una metáfora del día a día. Dependes de tu esfuerzo. Hay que tener mucha fuerza de voluntad y constancia. Y todo eso no se compra, se alcanza sudando.

Cuando sales, ves tan lejana la meta que te apetece abandonar. Te preguntas qué haces que no estás en casa viendo la tele. O te planteas cambiar de deporte por otro menos cruel en el que no estés solo. Por otra actividad en la que no dependas al 100% de ti mismo. Pero esa capacidad para no rendirte es la que te hace más fuerte. Y no hablo de ponerme en forma, hablo de estar más preparado para responder a las exigencias y obstáculos de tu día a día. Y también, para disfrutar de las alegrías, que todo hay que decirlo.

Las 24 horas del día de cualquier persona es una salida de running. Porque todo  ser humano afronta subidas en el que le apetece rendirse, bajadas en las que se siente capaz de afrontar cualquier reto. Momentos en el que te ves muy bien y momentos en el que no puedes con tu cuerpo. Aunque aún soy un humilde becario en esto del running, ya he aprendido una lección: siempre se puede ir un paso más allá de lo que piensas que puedes hacer. El límite está en la mente. Y la mente se entrena con cada zancada.


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