Opiniones de Redpiso

Puedo hablar en primera persona de las opiniones de Redpiso. Es la inmobiliaria en la que trabajo y de la que puedo informar de cómo se trabaja. Hay una palabra que usamos mucho y que me gustaría trasladar en este post: Transparencia. La mejor forma de crear opiniones positivas de Redpiso es informar con transparencia de lo que hacemos. Pero también la mejor forma de hacer cambiar las opiniones negativas de Redpiso es abriendo las puertas de nuestro método y sistema de trabajo.

Opiniones Redpiso

Hay sectores que da igual lo que hagan ya que son susceptibles a recibir continuas críticas: partidos políticos, empresas de telefonía e inmobiliarias son algunos ejemplos muy evidente. Siempre hay parte de razón y parte de sinrazón. La clave está en saber escuchar para convertir las opiniones en positivas.

Puedo garantizar que uno de los elementos básicos en la estrategia es la escucha. En la inmobiliaria en Madrid líder leemos con atención las opiniones de los clientes de Redpiso. Las opiniones positivas nos confirman que el camino andado es el correcto, dando ánimos para continuar mejorando. Las opiniones negativas de Redpiso son claras oportunidades de mejora que llevamos a cabo tras analizarlas una a una. Contactamos con los clientes interesándonos por su caso y trasladándolo a todos los actores implicados: oficinas, departamento jurídico, defensor del cliente.

La inmobiliaria es la primera interesada en que las opiniones de Redpiso sean lo mejor posible. Revisamos los piropos y quejas de los clientes de todas las oficinas. Actualmente, tenemos más de 1700 opiniones de clientes de Redpiso de las diferentes oficinas, con una valoración media de 4,1 estrellas sobre 5 en Google. Una valoración media de los clientes de Redpiso de la que presumirían muchas empresas, pero que a nosotros nos deja mal sabor de boca porque estamos convencidos de que nuestro servicio es mejor y así debemos ser capaces de transmitirlo.

De mayor quiero ser Melchor Palacios



Cuando a los niños le preguntan qué quieren ser, suelen responder con una profesión. Yo, sin embargo, siempre contestaba que quería ser una persona en concreto, que quería ser Melchor Palacios. 


Porque parecía muy sugerente el rodar anuncios que luego se veían en la tele. Pero lo que más me gustaba, era la pasión que transmitía cuando hablaba de su oficio. Cuando un día le comenté que quería dejar la carrera de empresariales para ser publicitario me preguntó: "¿Estás seguro?, es mejor trabajar en una mina". Pero yo estaba muy seguro.  A los pocos días me llamó para que le acompañara a mi primer rodaje: un anuncio de El Corte Inglés con modelos desnudas de cintura para arriba. Estaba claro que quería convencerme de abandonar la profesión.


El director de arte más grande de España (no lo digo yo, lo dice su palmarés) es además mi tío. Y compañero de trabajo. Y, sobre todo, mi amigo. Uno de esos pocos amigos que se cuentan con los dedos de una mano. Él era uno de esos dedos. Una de esas personas que me aconsejaban antes de que le preguntara. Porque me conocía solo con verme. Quizá porque me pareciera algo a él. No lo sé. Supongo que tampoco importa, pero a mí me consuela  mucho el saber que aunque sea un poquito, sí que me parezco a él.


Con él he aprendido a pensar antes de hacer las cosas. E incluso a respetar a los que hacen las cosas y luego piensan (la mayoría). He aprendido a reírme de mi trabajo y hasta de los problemas. Es lo que llaman "el humor negro de los Palacios".  No olvido el tiempo que pasamos juntos en La Estación. Con tu Rafita, tu Rufo, tu Rudi, tu Kike, con el Sueco, con cookie. Cada día era un spot lleno de anécdotas y con guión de Berlanga. Éramos una familia.


O lo que disfrutaba de las tertulias de mesa y mantel a las que siempre me invitabas como si fuera uno más.  Sé que nunca hice méritos profesionales para tener una silla al lado de El Flaco, El sueco, Soria, Roberto... Yo me limitaba a escuchar y a aprender. Fue y es un honor del que espero seguir formando parte.


Y los partidos de fútbol del Madrid con sus sobrinos y familia precedidos de cenas homenajes al colesterol:  migas, tocino, chorizo, morcilla y oreja.  Marianín, Chotín, Luisito, Sátiro, Raulillo, Pepilla, el hombre de Palo, la quinta del chupete y hasta El Patas seguro que no dejan de sonreír recordando alguna de estas escenas.


Joder, Melchor. No era tu hora. Me/nos has dejado tirado. Me quedo sin tío, sin compañero de trabajo, sin amigo, sin asesor laboral, sin inspiración, sin referente, sin compañero de mus, sin acompañante para el fútbol, sin chef, sin caricaturista, sin cuidador de Guga. Me quedo sin magia.

Si sé que no es tu culpa, pero cuando nos volvamos a ver te lo pienso echar en cara, no tengas la menor duda de eso. Primero te daré un abrazo y luego te echaré en cara lo rápido que te has ido. Y luego nos reiremos. Y luego pondremos algún mote a alguien. Y luego nos seguiremos riendo. Y ya no pararemos. 

GRACIAS.

El becario del running



Junto al gran Alberto Palacios, a la conclusión de la San Silvestre.

Hay artículos del blog que hay que crearlos sudando, con más de 120 pulsaciones y con la sensación de que te falta aire. Es decir, hay que escribirlos según llegas de hacer footing a casa. Porque la fatiga te obliga a ser sincero, a olvidar los recursos literarios que endulzan para bien o para mal el texto. Pues nada ahí voy. Preparado, listo, ya: 

 

Hace ya casi seis meses desde que un sábado me desperté y sin casi darme cuenta estaba en la calle, corriendo como un loco sin ningún tipo de planificación previa. A los cinco minutos, ya me estaba arrepintiendo de lo que pensaba que iba a ser otro intento kamikaze de ponerme en forma. Pero no. Para nada. Seis meses después sigo corriendo.

Nueva York

Si quieres realizar un viaje inolvidable, viaja a Nueva York. La ciudad de los rascacielos es una de las mejores inversiones que un turista puede hacer. Porque un viaje no se debe valorar por el precio. Se debe valorar por la nostalgia que sientes al recordarlo. 

Foto Nueva York
Vistas de la ciudad desde Top of the rock.

Nueva York es una ciudad universal en la que sólo está prohibido sentirse extraño. Desde el momento en el que tu vuelo toma tierra en el aeropuerto JFK eres un neoyorquino más. La mezcla de nacionalidades y razas es una constante. El único discriminado es el que discrimina.