¿Te has preguntado alguna vez cuando uno realmente se da cuenta de que ya es una persona mayor? Pues no es ni cuando cumples los 18, ni los 30, ni los 40. Tampoco es cuando te casas, o te salen canas, arrugas o pierdes pelo. Una persona es al 100% consciente de que es mayor la primera vez que alguien te pregunta algo… llamándote de usted.
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Luego llega el momento de la reflexión. Me di cuenta de que había sido un ingenuo. Un ciego que no se percató antes de la realidad porque llevaba puesta una venda en los ojos con la que me sentía muy cómodo. Porque cómo no había podido ver que cuando hago deporte son contadas las ocasiones en la que no me retiro lesionado…O cómo cuando me acuesto alguna vez de madrugada tardo varios días en volver a ser yo mismo. Todo encajaba. Ya me había hecho mayor.
Me autoconvencí de que el mejor y más económico lifting que podía hacer para rejuvenecer era recibir el ánimo de las personas que me conocen de siempre. Hablando con ellos me recordaron lo gracioso y lo que se reían conmigo cuando apenas podías andar. Y lo cariñoso que era de pequeño. Y lo guapo que estaba el día de mi boda. ¡Caramba!, todos los verbos conjugados en pretérito imperfecto del indicativo. Es decir, en pasado.
Al final, no me ha quedado más remedio que aceptarlo. Porque bien pensado, todavía me queda el consuelo de que soy mayor, pero no viejo.
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