Las "increíbles" rebajas del Decathlon



Hoy he ido de compras. No hay que dejar escapar las rebajas. Las gangas se van tan rápido como llegan. Pero bueno, no es esto sobre lo que quiero escribir. He ido a Decathlon aprovechando que me pilla cerca de casa. Uno no se da cuenta, pero los centros comerciales están llenas de personas que, como mínimo, son curiosas de ver.

A lo mejor es que yo estoy desfasado. Es posible que eso de ir, elegir el producto que quieres, pagarlo e irte ya no está de moda. Ahora se lleva mucho el postureo. Lo fundamental no es comprar lo que necesitas. Es más importante dar la sensación de que eres todo un experto. Me explico:

La mejor sección para comprender la dimensión de lo que quiero reflejar es la zona de raquetas. Lo lógico es ver las características del material, del cordaje, el color... Pues no. También hay que coger la raqueta, girarla sobre su eje varias veces y... marcarte un buen drive sin bola a la que golpear. Tras el golpe de derecha hay que rematar la jugada con un revés definitivo, no vaya a ser que las cámaras de seguridad o el despistado de turno duden de tu nivel técnico. Por supuesto, tienes que poner cara de insatisfacción. Sin duda, que ese golpe al aire no ha respondido a las expectativas que te habías creado. Pues nada, cogemos otra raqueta, repetimos la operación y así tantas veces como queramos antes de decidir que no nos gusta ninguna.

Otra de mis secciones favoritas es la del tiro con arco. Yo no conozco a nadie que lo practique, pero es difícil resistirse a la tentación de pasar, comprobar si las cuerdas del arco están o no suficientemente tensas y, por supuesto, tocar las flechas. Si vas con la novia y tienes que hacer mérito o te apetece hacer una gracia, la actuación de turno es hacer que Cupido te ha clavado una de ellas en el centro de tu corazón. Está bastante visto, pero por lo menos tienes más posibilidades de darle un achuchón que antes de la actuación.

En la sección de balones no hay quien se resista a dar unos toques que nos recuerdan que tampoco hace tanto que dejamos de ser niños. El problema es que Ronaldinhos hay pocos, y en el Decathlon menos, por lo que lo habitual es fallar e ir corriendo detrás de la pelota para reponerla al sitio de donde la has pillado. Con un poco de suerte, no has molestado ni golpeado a ningún otro cliente. Algo es algo.

Por si fuera culpa del calzado echas un vistazo a las zapatillas de deporte. Aquí es importante no tener complejos. Si eres de los que pensabas que tu número de pie es de lo más normal del mundo, pues estabas confundido. Descubres con incredulidad que de los modelos que te gustan no hay ninguno de tu talla. O uno más pequeño, o una más grande. Pero nunca de la tuya. No pasa nada. La culpa es de Murphy.

Y para terminar, la cola que tienes que aguardar para pagar. Es el momento de las dudas. Los que se han decidido a comprar algún artículo sólo piensan en el otro que han descartado en el último momento para quedarse con el que tienen entre sus mano. “Estoy por ir rápido y cambiarlo” es una de las frases más repetidas en esos instantes. La situación es angustiosa. La cola avanza y el tiempo para rectificar se agota. Cada vez está más claro que el que querías es el que no tienes. Pero hay una cosa clara, ni de coña estás dispuesto a esperar otros quince minutos de dudas hasta que te toque el turno de pagar. ¡Ah! Una última cosa, ¿Estás seguro de que tu Visa no está caducada?

Vicente del Bosque de la Bella Easo


Antes de nada, voy a explicar el titular. A mí gusta, pero reconozco que no está del todo claro. “De la Bella Easo” está puesto para hacer un símil con la marca de repostería y así dar a entender el carácter bizcochón del actual seleccionador. No tengo nada contra él, pero si os pusieran su cara sin saber a qué se dedica, estoy convencido de que nadie diría que es entrenador. Me lo imagino preguntándome a dónde voy cuando entro en su taxi, o explicándome lo mal que lo está haciendo el Gobierno mientras me da los 200 gramos de chopped que le he pedido. Incluso le veo quejándose del calor que hace mientras corta el césped de mi urbanización… pero para nada técnico de fútbol.

Dicho esto, quiero que quede claro que para mí no es importante el físico a la hora de sentarse en el banquillo. Lo imprescindible es tener carácter y las ideas muy claras. Y ahí el salmantino tiene sus lagunillas. Ahora le ha dado por dar incómodos pellizquitos a Florentino Pérez y a su nuevo proyecto. El primero no te duele, sólo molesta. Pero a base de dar uno tras otro te termina haciendo herida. Pues bien, muchos madridistas ya estamos cansados de sus indirectas. Puedo llegar a entender que esté molesto porque en la anterior etapa de Floren decidiera no renovarle. Puede parecer lo mismo, pero no renovarle no es lo mismo que echarle. Cuando se acaba un contrato, la parte contratante puede decirte que no continúas. Tú puedes protestar, te puedes encadenar, hacer una huelga de hambre o correr desnudo por la Gran Vía que te va a dar igual. Del Bosque ha decidido pellizcar.

Mira Vicente, te lo digo con cariño porque me caes bien. Estoy seguro de que eres un buen tipo. Cuando protestas, deberías de acordarte de que al que pones malos adjetivos te dio de comer durante tres años. Te dio la oportunidad de dirigir a la que quizá haya sido la plantilla con más calidad del Real Madrid junto con la de Di Stefano. Los galácticos que te resultan tan empalagosos eras los mismos de los que no te quejaste cuando los entrenabas. Ése sí era el momento de decir las cosas a las caras. Si no te gustaba la filosofía de Florentino, haber dimitido. O haber dicho que no querías continuar. Pero no. No fue así. Te morías de ganas por encabezar en el banquillo el proyecto de los galácticos.

Cómo sería tu nivel de exigencia que hasta Ronaldo estaba feliz. La mejor forma que tenías de no tener problemas fue alineando siempre a los que te los podían crear. Y así lo hacías, domingo tras domingo. Incluso colocaste a Zidane (Balón de Oro jugando de media punta) en la banda izquierda para no mosquear a Raúl. Tú mismo te atribuyes el mérito de haber ganado dos Champions. Hombre Vicente, si no llega a estar Zidane (uno de los jugadores que tú ahora nunca ficharías, según se lee en tus palabras) la novena estaría en Leverkusen. ¿Por qué la Octava y la Novena son tuyas y la Séptima no es de Heynckes?

Me gustaría que sacaras pecho de que el peor inicio liguero de la historia del Real Madrid ha sido contigo en el banquillo (temporada 1999/00. ¡Ah!, se me olvidaba el Centenariazo, la derrota ante el Dépor en la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu. Si mal no recuerdo, tú estabas por ahí.
Pero lo más indignante es la defensa a ultranza que haces de la cantera. ¿Te has olvidado que te dio por poner a Casillas de suplente y a César de titular? ¿O que los dos mejores jugadores que hiciste debutar fueron Pavón y Raúl Bravo? Dime Vicente, a quién del filial diste una oportunidad y está ahora mismo en la primera plantilla del Madrid.

No quiero seguir haciendo leña del árbol caído. Pero te pido por favor que dejes de esconder tu resentimiento tras tu espeso bigote. Pasa página de una vez. Dedícate a entrenar a la mejor generación de futbolistas que jamás ha tenido la selección. Tienes un caramelo entre tus manos. Si termina amargando, será responsabilidad tuya.

"Entras sano y sales enfermo"


A ver, a ver… si mal no recuerdo la ministra de Sanidad es la señora Trinidad Jiménez. Pues este post va dedicado a ella. Me encantaría que si algún día lo lee lo haga desde el Hospital Clínico de Madrid, en concreto desde el Pabellón 7. Supongo que entendería muchas de las cosas que quiero reivindicar, porque, sinceramente, espero que no tenga conocimiento de la situación que allí se vive. De no ser así, que se dedique a otra cosa de forma urgente. De lo que estoy seguro, y me apuesto en ello mi nómina de desempleado, es que allí no tiene a ningún familiar ingresado.
Me explico. El otro día hice de chófer para acercar a mi madre y a mi abuela a la revisión de la vista de la última. Cuando llegué, el primer problema fue aparcar. Entiendo que me podrían contestar que si hubiera ido en transporte público no hubiese tenido este problema, pero mi abuela tiene más de 80 años y no está para subir y bajar escaleras mecánicas. Además, desde la estación más cercana de metro hay unos 500 metros, y recorrerlos con 35 grados de temperatura no es lo más recomendable. Pero lo peor no es que no hubiera sitio para dejar el coche, sino que encima había aparcacoches de raza negra que te señalaban los huecos libres (además, en zonas prohibidas). No me gusta dar nada a los jetas, pero el riesgo de que mi coche sufriera daños involuntarios no me atraía, por lo que dejé a mi familia en la puerta y aparqué a diez minutos andando.

El Hospital es espantoso. Una vez que entras allí la luz es deprimente. Parecía que íbamos a una reunión clandesitina de alguna asociación secreta prohibida. Te dan ganas de salir corriendo. En fin, nos tocó subir a la planta quinta. Hay mucha gente esperando, pero en vez de tener ascensores amplios los hicieron con capacidad máxima de cuatro personas. Todo un acierto para empezar a perder la paciencia. Luego allí no es tan fácil entrar a que te vea el médico. Antes, hay que entregar una hoja con la cita a una enfermera que sale de higos a brevas de la consulta. Mi madre se sabe el proceso, pero una persona mayor que vaya sola no tiene por qué conocerlo, ya que no está indicado por ninguna parte. Mi abuela se quedó esperando. Intentó ir a la sala de espera, pero qué casualidad, estaba llena. Los de Sanidad lo han maquillado colocando unos bancos suplementarios en los pasillos que dan entrada a las consultas, con el consiguiente follón que se forma. Ahí sí que había un sitio libre.

Una vez entregado el papel, mi madre y yo esperamos de pie a la espera de que llamaran a Carmen Recio, mi abuela. Estábamos situados al lado de ella, en el pasillo. Además de la incomodidad, el principal problema es que había enfermeras transportando a los enfermos en camilla, para lo cual tenían que pedir que nos apartáramos a viva voz. La cara de los enfermos era todo un poema. Imaginaros que estáis recién operados y que os llevan a vuestra habitación haciéndose un sitio entre un pasillo de decenas de personas que te miran con curiosidad. Daban ganas de dar ánimos o una palmadita en la espalda al operado mientras le veías pasar cariacontecido delante de ti.

Otra cosa interesante es la forma en la que llaman a los enfermos: por megafonía. Había una persona que cada vez que reclamaba a alguien probaba antes el micro, como si de un karaoke se tratara. También resulta gracioso como cuando llamaban a alguien que su nombre empezaba por María todas las que se llamaban así, por acto reflejo, hacían amago de levantarse, aunque luego sólo una fuera la elegida. Una vez que llamaron a mi abuela a la consulta, tuvo que esperar otra hora a que la volvieran a ver otra segunda vez, lo que sumado a la hora anterior nos da un total de 120 minutos de espera. Sigo sin entender por qué no le hicieron todo el chequeo de una sola vez. Mi abuela y mi madre tampoco lo entienden.

En fin, cuando ya salió mi abuela y nos íbamos a la calle aún tuvimos que esperar otro trámite. En la planta baja había que coger un número de un aparatillo idéntico de los que utiliazan la pescadería para pedir la vez. Ahí tuvimos suerte, sólo tuvimos que esperar media horita (ya vamos por las dos horas y media). Mi madre, que veía mi cara de cabreo, me consoló: “No te quejes, que hoy hemos tardado poco en comparación a otros días”. Lo que más me hace pensar es que de todas las personas que vi allí no había nadie que fuera marquesa o millonaria. Era gente sencilla y normal que no se merecen estar tres horas para una consulta de cinco minutos. La situación queda resumida en una de las frases celebres de mi abuela: “Entras allí sano y sales enfermo”.

Los gallumbos de Joan Laporta


La Guardia Civil está en alerta máxima. Han recibido el aviso de que un presidente de fútbol puede intentar acceder al aeropuerto en gallumbos. Incluso se ha hecho un retrato robot, pero no del personaje, sino de los calzoncillos. Son unos Calvin Klein azulgranas que llevan dibujados tres copas correspondientes a cada uno de los títulos que ha ganado el Barça en la última temporada. Incluso parece que no están nada limpios. Se especula con que el miedo al nuevo proyecto de Florentino Pérez ha dejado su sello...
Todos los indicios apuntan a que el buscado es Joan Laporta. El presidente del Barça anda muy mosqueado. Por primera vez en la historia de un equipo español de fútbol se logra el triplete, y una semana después nadie habla de ellos. Con lo que le gustan los flashes y titulares abrazafarolas a Joan... y resulta que nadie le presta atención. La noticia más destacada del equipo de Guardiola en los últimos días ha sido la bandera que el loco de Jimmy Jump le colocó a Roger Federer en la final de Roland Garros.

Por eso Laporta ha decidido tomar cartas en el asunto. La posibilidad de que se quede en ropa interior en el aeropuerto ha vuelto a cobrar vida. Sin duda que sería una buena forma de recuperar espacio mediático. Su plan sólo tiene un pero: teme que Florentino se le adelante y que, además, marque mucho más paquete que él.

Por sus actuaciones y declaraciones diría que Joan Gaspart le está asesorando. No encuentro otra explicación. Cuando Laporta está en Nueva York firmando la renovación del contrato con UNICEF habla de la prepotencia del Madrid. Cuando vuelve a Barcelona insiste en que el Madrid es un equipo imperialista. Si se pone a disputar una pachanguita declara que los blancos tienen sus orígenes en el chollo...
Pues no señor Laporta. Las cosas no son así. Ahora entiendo por qué no le soportan ni sus propios socios. Muchos madridistas somos madridistas porque nuestro club representa unos valores opuestos a los que usted pregona. Creemos que el fútbol es un deporte que se practica para disfrutar o que se ve para pasar un buen o mal momento, dependiendo de si se gana o se pierde. Pero sólo eso. Se lo juro, nada más. Un balón no es un arma política. El único daño que produce es la ronquera de muchos seguidores que celebran gritando los tantos de su equipo. Esta temporada, hay muchos culés con las gargantas dañadas de tanto título que han ganado. No lo estropee. Tritanquilícese, pero vestido...