La generación "no-no"

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Ya tenemos cinco millones de parados entre lo que se incluye un cuarenta por ciento de desempleados entre los más jóvenes.Los brotes verdes no pasan de ser eso, brotes. Los partidos políticos lo hacen tan bien que han pasado a convertirse en una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos. Problemas, problemas y más problemas. Pero por encima de todos destaca el pesimismo de las nuevas generaciones.

Debemos mirarnos el ombligo y hacer un poco de reflexión y autocrítica. Hay un obstáculo grande que es nuestra negativa permanente a aceptar nuevas ideas y soluciones. El tema está claro, si seguimos igual la situación no cambiará. Pero algo grave ocurre en esta nueva hornada que sólo sabemos decir “no”. Hemos invertido el orden lógico de la lógica. Primero decimos “no” y luego escuchamos:

- ¿Trabajar por productividad?

–No.

- ¿Resignarse a aumentos salariales equivalentes al IPC?

- No.

- Entonces…

- No.

- Y si…

- No, que te he dicho que no.

- Pero si aún no te he propuesto nada.

- Que no, seguro que salgo perdiendo.

La desconfianza es muy mala. Compararte con el que tienes al lado para criticar lo que tú no tienes se llama envidia. Hay que observar qué hace y cómo lo hace para obtener sus mismos resultados. Al final son siempre los mismos los que alcanzan metas. Los que se quedan detrás pierden el tiempo lamentándose en vez de invertirlo en cambiar su forma de hacer las cosas.

Ahora que viene un año de elecciones, tanto municipales como nacionales, espero que en vez de criticar, se propongan soluciones para la crisis. Que en vez de señalar al que lo ha hecho mal, se busque al que lo ha hecho bien. Que se cambie la mentalidad de una nueva generación “no-no” para que vean siempre el vaso medio lleno. Yo daré mi voto al partido que me regale dos letras en su slogan de campaña: “SÍ”.

Consejos y advertencias para ir al gimnasio

Dejar de fumar, aprender inglés, apuntarse al gimnasio… muchos son los proyectos que te planteas llevar a cabo con la inauguración del nuevo año. Como no fumo, y el tema de los idiomas lo tengo algo abandonado, voy a contar mi experiencia en el gimnasio. No puedo decir que sea mala. Tampoco que haya sido buena. Ha sido complicada y, sobre todo, irregular.

Dos veces he estado apuntado. La primera de ellas fue en 2002 y estuve un mes. Sí, sólo un mes. Fue en un gimnasio del barrio de Aluche llamado Kushiro. El mejor ejercicio que hice fue el pagar sólo 30 días. Según entré, el monitor me preguntó si mis padres "habían querido tener una niña" en cuanto me vieron levantar mis primeras pesas. De acuerdo que no me caracterizo por tener la fuerza de un luchador grecorromano, pero no sé, lejos de motivarme consiguió que los otros 29 días sólo corriera en la cinta e hiciera bicicleta.

Ocho años tardé en superar el trance. Junto con mi amigo Diego nos apuntamos a una promoción de
Paidesport Parquesur en Leganés. Seis meses al precio de cuatro. El plan no tenía ningún tipo de fisuras. No, no las tenía. Un monitor nos pondría un plan personalizado de acuerdo a las características personales de cada uno. Después de una exigente tabla de ejercicios, continuaríamos con unos largos en la piscina, para relajarnos en el jacuzzi antes de rematar y soltar lastre en la sauna o baño turco. ¿Quién podría resistirse?

Esta vez tenía claro que mi primer día sería diferente. Había que dar otra imagen y qué mejor forma de hacerlo que entrar con un renovado vestuario.
Chándal de marca, pantalón corto, camiseta a juego, chanclas a estrenar, toallita para el sudor, toalla para la piscina y toallón para la ducha. Sólo había un problema: olíamos a nuevos, a novatos.

Salimos con paso firme a la sala de máquinas. Decenas de personas sudorosas chocaban frontalmente con nuestro
cuidado look. No hubiera hecho falta que nos presentáramos a nuestro monitor, era evidente que era nuestro primer día. Mirada de arriba abajo, suspiro y entrega de hoja con el plan físico. En esta ocasión no me iba a arrugar, iba a cumplir a rajatabla las duras exigencias del guión.

Para desentumecer músculos y empezar a sudar, un poco de bici o cinta estática. Para hacer más amenos los 10 ó 15 minutos que estábamos, había unos televisores. Lo normal sería que tuvieran
canales deportivos, o incluso videos musicales. Pero nosotros teníamos en todos los monitores de 32 pulgadas a El Diario de Patricia. Y es que también hay tiempo para el amor en el gimnasio: entre pedaladas y zancadas hemos visto unas cuantas reconciliaciones de parejas en el programa. También alguna separación, pero al final, siempre te quedas con lo bueno.

Después nos esperaban los terribles
aparatos de musculación. Yo no sé quién los inventa, pero hay algunos más agradecidos que otros. En algunos te sientes un completo inútil, pero en otros te disfrazas de Sansón. Pero lo peor de todo son los espejos con los que decoran las paredes. Si ya te sientes mal por dentro, no es necesario que te veas lo mal que te sientes por fuera. La cara de sufrimiento que teníamos se unía a los gritos de nuestros músculos pidiendo clemencia ante la dosis de agujetas que se les venía encima.

No quería volver a tocar el tema de las pesas, pero me veo en la obligación de contar una anécdota que refleja nuestro estado físico. Mientras que la gente ponía varias pesas en la barra para realizar los ejercicios, nosotros sólo poníamos la barra, sin pesas. Verse en el espejo levantando una barra que parece el palo de una escoba es gracioso para los demás, pero
retorcidamente humillante para el protagonista.

Menos mal que luego viene la piscina.
Lo peor de todo es el gorro. ¿Habrá alguien al que le siente bien? Lo bueno es que no hay espejos que te lo recuerden, pero la sensación de que estás muy feo no hay quien te la quite. Por lo demás, tengo que felicitar al que elegía la temperatura de la obligatoria ducha que hay que darse antes de darse el chapuzón. Seguir en su puesto de trabajo a pesar de los cinco grados a los que calibraba el agua del chorro sólo está al alcance de los mejores.

Después de unos larguitos, al jacuzzi. El problema era el reducido espacio del mismo, lo que ocasionaba que algunos días hubiese
overbooking y choque incontrolados de pies en las profundidades del agua. Pero la sensación de relax era tan elevada, que muchos días decidimos pasar directamente de los vestuarios a las burbujas del jacuzzi, sin aparatos de musculación, sin tablas de ejercicios, sin El diario de Patricia…

Y como colofón, una saunita o baño turco. Sólo un problema,
hacía mucho calor

PD- La gente en los gimnasios es muy cachas, usan camisetas muy ajustadas, llevan tatuajes muy chungos, pero todo es fachada. A la hora de la verdad, desnudos en los vestuarios, descubres que una gran mayoría se ha olvidado de entrenar la parte más importante del cuerpo… el cerebro.

Los juegos de Telefónica y su ADSL



Lo reconozco. Quizá hoy no tenga un buen día. O mejor dicho, seguro que hoy no es un buen día por causas que no vienen a cuento. Pero me ha venido bien. Pero que muy bien para coger fuerzas y desahogarme con todos y cada uno de los individuos que han pasado por el otro lado del auricular de mi teléfono móvil durante esta tarde del 30 de junio.
Os explico. Me gustan los documentales, y si son históricos mejor que mejor. Por eso, decidí que una buena forma de darme un caprichito era abonarme a Imagenio de Telefónica (ahora Movistar) en un Pack que incluye Canal Historia y Discovery Channel entre otros:


1. La cita-. El lunes pasado me llamaron avisándome que vendrían hoy a instalármelo a las 18.00. Ahí está el primer contratiempo, ya que es la hora en la que salgo de trabajar. Pero como querer es poder, me he tomado la licencia de entrar una hora antes a mi puesto laboral para ganarla sobre el tiempo de salida. Problema resuelto.

2. La huelga de Metro. Soy uno de los miles de madrileños que usa el suburbano para ir a trabajar. El autobús que tengo que pillar como alternativa da mucho, pero que mucho rodeo y no enciende el aire acondicionado con la fuerza que se merecen los más de 30 grados que hay en el exterior. Pero no pasa nada. Hago de tripas corazón y decido no acordarme de ningún familiar cercano ni lejano de los piquetes de los sindicatos. Pillo el bus con la mejor de mis sonrisas e incluso doy unas cálidas “buenas tardes” al conductor que, por cierto, no me devolvió. Otro problema resuelto.

3- Final de mes. Cuando estoy a punto de llegar a mi casa recuerdo que es el último día de mes y que tengo que renovar el abono transporte. Vaya, también caigo en la cuenta de que el estanco no admite la Visa para este producto, por lo que me toca pasarme por el cajero. Por fortuna, funciona, cuestión de mérito al ser un BBVA. Prueba superada.

4.- El disgusto. Por fin llego a mi casa. Al rato llegan los del Servicio Técnico de Telefónica. Al más puro estilo FBI me muestran su carné de empresa. Os juro que no se lo hubiera pedido nunca, pero ya que me lo da lo cojo y lo echo un vistazo. La única pega es que estaba arañado y con los bordes mordidos, pero no me parece motivo suficiente como para no dejarles entrar. Lo primero que me dicen, y a sangre fría, es que no me pueden instalar Imagenio porque el ancho de banda de mi barrio sólo tiene 4 megas. Por mucho que les explico que me garantizaron que tenía 10 megas cuando firmé el contrato, el instalador no está dispuesto a regatear. Se queda en 4 megas como 4 soles y sanseacabó. Me ofrece una solución que no puedo rechazar: llamar al 1004 para que me den una respuesta que me convenza. Llamo y me remiten al 900 357 000. Llamo al 900 357 000 y me remiten de nuevo al1004. Decido parar el partido de tenis. Admito con humildad que me han derrotado. No puedo más. Me despido de Imagenio. Eso sí, en un gesto torero decido que no me interesa seguir con ellos. Me doy de baja sin haberme dado de alto. Problema no resuelto.

5. Desenlace. Como me quedo sin línea y sin internet por haberme dado de baja en Orange antes de mi genial idea de los documentales, decido hacer las paces con ellos. Les llamo y les comento que me lo he pensado mejor y que voy a continuar con ellos. Pero demasiado tarde, ya no soy cliente… y me tienen que tramitar de nuevo el alta. Decido que ya me da todo igual y que estoy muy harto del 30 de junio. Si he vivido más de dos décadas sin utilizar las www no va a pasar nada por estar otra vez unos días sin ellas. Y, ahora que lo pienso, voy a darle otra oportunidad al Teletexto, tan moderno hace 20 años, tan antiguo pero tan útil otra vez hoy...


Pellegrini se merece otra oportunidad

Llegó sin hacer mucho ruido y, seguramente, se vaya sin hacerlo. Su discreción y educación no son cualidades que estén de moda en el fútbol. Cuanto más polémico, más espacio ocupas en los medios de comunicación. Cuanto más educado, menos se habla de ti.

Por eso creo que es bueno apostar por la continuidad de Pellegrini. Un técnico honesto, culto e inteligente. Una persona que ha tenido el valor de sentar en el banquillo al Siete del Real Madrid sin montar alboroto. Con naturalidad, quizá demasiada. Y evidenciando que el tiempo pasa para todos, incluso para los símbolos de un club como Raúl.

Estaría bien preguntarle cuáles son las necesidades del equipo para el próximo año. Y estaría aún mejor hacerle caso. Al principio de temporada se lamentó de la perdida de Sneijder. Ahora, el club busca con urgencia a un jugador de ese perfil que cubra las irregularidades de Guti. Es sólo un ejemplo, pero significativo. Pellegrini mide las palabras, pero las dota de un gran valor avalado por el sentido común.

No quiero ver al Real Madrid jugando como lo hice el Inter ante el Barcelona. Así no juega mi equipo. Ésa no es la filosofía de un club marcado siempre por la calidad ofensiva de sus futbolistas y no por la racanería del técnico de turno. Ser del Madrid representa mucho más que salir a por los tres puntos de cada partido. Mourinho es el técnico ideal para los Ultras Sur, pero no para el resto de la afición.